Darwin García Gibory, alias “Culón”, fue sometido a la justicia. Al terror de las bocas de los caños y los manglares deltanos, lo redujeron a su mínima expresión trasladándolo a una cárcel en la que será un don nadie, lejos, bastante lejos, de las tierras en que dominó el hampa común y se atrevió a confrontar, pagando cara su osadía, al Estado venezolano.
Un día después de la muerte de Evander Barradas, líder del GEDO (Grupo Estructurado de Delincuencia Organizada) denominado “La banda de Evander”, del cual era colíder o jefe del ala militar, la gente en la calle decía: “quedó vivo el ‘Culón’ y es peor que Evander, vendrá por venganza”.
Poco duró la ansiedad generalizada, al mes de sepultar a Barradas, fundador también del FDF o “Frente de Liberación Deltano”, García Gibory fue detenido con varias armas de alto calibre en una casa de playa en la vecina Trinidad.
Cuatro años después, habiendo cumplido su condena en la nación caribeña, fue deportado a su país de origen, específicamente a los calabozos del Cicpc en la Gran Caracas.
El pasado jueves 27 de octubre, a efectos de su necesaria comparecencia en tribunales, fue trasladado a Tucupita en medio de medidas jamás vistas para un delincuente común. Polidelta, GNB, vigilancia tribunalicia y funcionarios del Cicpc del nivel central, estadal y municipal tendieron varios círculos de seguridad desde que aterrizó en el aeropuerto a orillas del rio en San Rafael del Manamo, hasta que partió por la misma vía.
Por espacio de dos horas se le imputaron los tres primeros cargos, compendiando hasta 9 delitos, cuyas penas acumuladas superan los 100 años de cárcel, radicando su juicio en la ciudad capital.
Aquel de quien dijeran, que hacia finales de la banda delictiva, mantenía serias diferencias con Evander; al que acusaban de ser terriblemente sanguinario, atribuyéndole amputaciones y decapitamientos; el niño que mostró aptitudes para llegar a las Grandes Ligas del beisbol y en el camino pasó a formar parte de la elite hamponil; el antisocial terriblemente esquivo y fantasmal para las autoridades, cayendo para sorpresa de muchos en una redada cualquiera en T&T; el supuestamente táctico y aniquilador, en contraposición al estratega y negociador jefe de la organización; incomodaba verlo en el retén de Guasina, atentando contra los más de 600 días sin pranes y generando, en función de sus conexiones, conmoción en suelo deltano.
Por eso, para cerrar el pavoroso capítulo de una vez por todas, lo enviaron a la cárcel de El Rodeo en Miranda, donde cohabitan generales del bajo mundo, los despiadados pistoleros que en los Valles del Tuy, no respetan a policías ni militares, tendiéndole celadas y batiéndose a plomo limpio regularmente con ellos.
La misión de “Culón” es vivir y si lo quiere Dios, muchos años después, cuando sea un rastro difuso en la memoria, curado de males y demonios, regresar con los suyos a Clavellina, donde nació, o a San Rafael, donde su vigencia como capo comenzó y casi termina.
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