Y. J. Pinto Moreno de 27 años, conoce como nadie el centro de la ciudad, durante años lo recorrió de cabo a rabo ejerciendo la economía informal, fungiendo como un ilustre “bachaquero”.
Meses atrás decidió comprar una moto y según los informes policiales, cambió de profesión, buscando salir de abajo se hizo “pegador”, que en la jerga policial es quien apunta con el “hierro” llevándose el botín.

Todo iba bien, en pocos días hizo lo que le hubiese tomado años obtener vendiendo mercaderías o comercializando dólares en las esquinas de calle Mariño con Bolívar, Pativilca con Centurión o Tucupita con Mariño.
Tan prospero se había vuelto que descuidó los factores mínimos de seguridad, se fue haciendo cada vez más reconocible y su Bera de paquete, color rojo estridente, se fijó en la retina de quienes afirman haber sido sus víctimas.

Por último, recuperado anímicamente el inquieto Galindo, jefe del Servicio de Investigación Penal (SIP), del fallecimiento de un ser querido e instruido de los pasos a dar por el sagaz London, Comisario Jefe jubilado del SEBIN y director de POLIDELTA, fueron tras su búsqueda.
Olvidando que los hombres de azul también recorren el casco citadino y conocen como nadie a los elementos perniciosos, alevosos y ruines, fue cuestión de tiempo su caída.

El pasado lunes lo atraparon como manso corderito y casi sin hablar, se resignó a su destino; distante de la rapidez y efectividad que muestra al empuñar el arma, mansamente lo condujeron a calabozo, esperando por su presentación en los ámbitos tribunalicios.
Se hubiera quedado de “bachaquero” y nada habría pasado. Ojala que en está ocasión aprenda que “el crimen no paga” y “lo mal habido no dura”. Por andar agarrando atajos para salir de abajo perdió el chivo y el mecate. Gracias a Dios salvó la vida y tendrá una segunda oportunidad, ojalá la aproveche.
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