A Geraldo lo han raptado y mientras conduce su auto Renault están apuntando a su cuello con una pistola. Cerca de sus costillas derecha un cuchillo lo va hiriendo cuando avanzan hacia rumbo desconocido, al menos hasta ese momento.
Son las 6 de la tarde del 13 de febrero de 2016 en Tucupita, Delta Amacuro; una pequeña localidad a la que apenas conocen por Tane tanae y Twitter cuando ocurre un hecho que el resto de Venezuela considera como anormal.
Geraldo ya ha planificado su viaje a Trinidad y Tobago, pero todavía le faltan 100 Bs para el pasaje. Así que decide trabajar como taxista. Se despide de su esposa, enciende el auto y se marcha.
«Me hacían falta 100 Bs para completar para el pasaje. Ese otro día me iba a Trinidad (y Tobago). Hice dos y hasta tres carreras, ya tenía el dinero con eso, pero decidí hacer otra más».
El auto marcha por la calle que conduce hasta el mercado municipal de Tucupita, a la altura de la farmacia Casacoima. Al frente de él los focos iluminan a tres hombres jóvenes que estiran sus brazos para solicitar sus servicios. Él se detiene y ellos abordan.
«Eran tres tipos: dos chamos altos y uno más chiquito, así como un indiecito. Yo no tuve miedo porque como era taxista, uno está acostumbrado a trabajar de noche. Entonces es como normal, pues. Me dijeron que querían una carrera para La Perimetral y les dije que sí; como también conozco gente por allá y tal. Bueno, arrancamos».
El carro avanza varios metros e inmediatamente desde los asientos traseros uno de los pasajeros lo apunta al cuello con una pistola. Dos de los atacantes están atrás y otro a su lado: en la parte delantera, quien ahora lo amenaza con un cuchillo. Un escalofrío recorre su cuerpo. La vida entera pasa por su mente en fracción de segundos; quiere frenar, pero decide seguir a ver qué le depara el destino.
«Allí me dicen: mano, esto es un asalto. Necesitamos tu carro, dale para el vertedero».
Pero Geraldo ya había emprendido su ruta a La Perimetral. En el trayecto él procura calmarse como se lo han sugerido en sus clases de técnico en criminalística.
«Yo en el camino iba calmado, procuraba calmarme para calmarlos a ellos, porque también estaban asustados. Cuando llegamos a La Perimetral uno de ellos me dice: dale pa’ lante».
El taxista obedece y sigue de largo a la primera ruta solicitada. Al llegar a la redoma de El Cafetal (unos 200 metros después de haber llegado a La Perimetral), a lo lejos ven venir una patrulla de la Guardia Nacional. El corazón de Geraldo se sobresalta y él comienza a pensar en un plan de escape, de liberación. Ahora todos están nerviosos, pero la víctima lo intenta. Acelera más el carro y…
Continuará.
Lea el final del relato.
El final: ¡Cállate, mira que estamos acabando con los taxistas, dale para el vertedero!
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