A medida que pasan los días se reducen las posibilidades de atraparlos
El tiempo juega en contra del proceso de investigación encaminado en procura de capturar los homicidas de Luis Baeza.
Al igual que se borra el color en una fotografía, van disipándose las evidencias, se transparentan.

Otros casos adquieren preeminencia y aquel, de viejo, queda sepultado en una montaña de olvido.
Un conocido abogado deltano nos manifestaba, “es que, en Tucupita, los cuerpos de seguridad, quieren que les entreguen los asesinos”.
Un típico crimen, se convierte en un cangrejo, un suceso de compleja y entreverada resolución.

Ni siquiera las autoridades indígenas se pronuncian, en la tierra que, según dicen, les pertenece, y donde afirman haber aportado los votos para que, en los municipios en que son mayoría, triunfara el chavismo.
La memoria de “kaki” es, en exclusiva, de su familia. El sentir colectivo, el amor propio de los pesquisas, el coraje de los políticos, el gentilicio warao-jotarao, son enunciados volátiles, sin peso específico.
¿Serán las fuerzas gravitatorias o un proceso de osmosis; un vidente, un wisidatu o un iluminado quienes lo resuelvan? En definitiva, su esclarecimiento escapa de nuestra comprensión.

En la época del cangrejo, comercializado por sus hermanos de etnia, basta con verlo para saber en qué dirección vamos.
Por último, las horas transcurridas en lenta procesión carcomen todo, hasta el anhelo de justicia.
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