Cada una de las víctimas de San Miguel deja una bebé

La delincuencia no tiene idea del daño inconmensurable que ocasionó, ambas víctimas, José León Rico, mejor conocido como “Leo” y Andrés Gómez Cifuentes, dejan bebés de un año de vida.

Con perfiles similares, sus muertes parecen un calco. Los dos a su manera, viviendo muy cerca, en el mismo urbanismo, intentaron vulnerar la acción de sus homicidas: uno, Andrés, intentando huir; el otro, Leo, al no tener más remedio haciéndoles frente.

No terminan allí las coincidencias, al parecer en ambos casos fueron 3 los agresores y las dos víctimas fallecieron a causa de disparos fatales; Andrés, producto del proyectil que penetró su cuello seccionándole la arteria carótida y Leo, por efecto de la bala que interesó su corazón. Un disparo cada uno. Con un escopetín Leo, con un chopo Andrés, supuestamente.

Leo de 36 años y Andrés de 35, tenían parejas estables y padecieron dificultades en la concepción de sus hijos. Leo, dos años atrás, sufrió la muerte por inmersión de su bebita de un año, en la conocida tragedia de una lancha que zozobró rumbo a Curiapo, logrando un año después tener nuevamente una niña a la que celebró su primer año de vida hace apenas un mes. Trágicamente su nueva bebé cumplía años por la fecha en que había fallecido la primera, no llegando ninguna de las dos a conocer realmente a su padre. Andrés, siempre en compañía de Romi, lo intentaron por años hasta que por fin lo lograron, dejando una bebé de meses.

Con cargos gerenciales, Leo, en la administración de Mercal, Andrés, al frente de su emprendimiento Guten Tag, era el primero administrador y el segundo contable.

Las similitudes continúan, eran amables, cercanos, amigables y cálidos. Se les recuerda más por los infinitos gestos de amistad, compañerismo y solidaridad, que por los escasos malos momentos. Representaban lo mejor de su generación.

Batalladores a carta cabal, eran emprendedores y laboriosos, defendiéndose honestamente con “el sudor de su frente”. A ninguno se le conoció enredos con la justicia, ni los señaló la sociedad, sus huellas de vida fueron impecables.

Algo más, sus hogares quedan irremediablemente marcados por su ausencia. Quien los trató, quien tuvo la dicha de estarles cerca, lo sabe. Eran luz para el mundo y faro en la oscuridad.

De contextura fuerte, sobre sus hombros llevaron el peso de los seres queridos, hasta que almas tenebrosas los apartaron del plano terrenal.

Por último, una probable y desgraciada coincidencia, ¿serán los mismos homicidas? Corresponde al Cicpc decírnoslo.

En el mejor momento de sus vidas murieron, el hampa no sabe el daño que hizo.

“La Santa Iglesia da a San Miguel el más alto lugar entre los arcángeles y le llama «Príncipe de los espíritus celestiales» (Wikipedia)”. Leo y Andrés están con él.

Compartir contenido

Vamos a encontrarnos en Telegram https://t.me/Tanetanaedelta