Imagen de referencia. Un autobús de Transdelta avanza por la avenida Guasima de Tucupita / Tanetanae.com.

“Buenas, esto es un atraco, ahí empezó el terror”: la historia detrás del robo a pasajeros de Transdelta

El autobús fue frenando por baches en la vía. Ya Iba tan despacio, que varios hombres armados aprovecharon el momento. Todos de estatura mediana y con armas largas, iniciaron un asalto que demoró una eternidad para las víctimas ¿Era aquella la última mañana para algunos de los deltanos que viajaban?

Son las nueve de la mañana del 19 de julio. Todos van en silencio, salvo el lloriqueo de un bebé. Parece un día normal para los pasajeros de la unidad autobusera de la empresa de transporte deltana, Transdelta. Iban desde Tucupita con destino a Puerto Ordaz, estado Bolívar.

A lo lejos ya puede verse el puente Orinoquia, pero todavía falta camino por recorrer. Ahora hay huecos en la vía donde colindan tres estados de Venezuela: Bolívar, Monagas y Anzoátegui. A veces es zona de nadie.

El autobús pronto frena para detenerse completamente y entonces la tranquila mañana se convierte en un terror.

 “Apuntaron con armamentos. El chofer no tuvo otra opción que dejarlos entrar”.

El autobús se detiene más de lo que ya se habían habituado los pasajeros ante los baches en la vía. Todos se asoman y ya es tarde para ellos. Están en la mira de armas largas.

“Estaban escondidos en el monte y aprovecharon cuando el chofer bajó la velocidad, nos interceptaron. Dijeron `buenas, esto es un atraco, se mantienen quietos, viendo al piso y con las manos arribas´ y ahí empezó el terror”.

Los hombres visten de negro y con la cara cubierta. Entre los pasajeros va un militar y es el primero en ser encañonado junto al chofer.

“Mientras eso pasaba, otro de los asaltantes apuntó al chofer y lo obligó a desviarse de la carretera. Nos metieron a un camino donde la grama era bastante alta”.

Estando allí, todos bajan del autobús, a excepción de una mujer que va con un niño. Él comienza a ponerse nervioso y está por perder el control. Ahora uno de los encapuchados le habla y dice que todo estará bien, que no tiene nada que temer.

Todos ya están fuera de la unidad, son amenazados de muerte y obligados a acostarse boca abajo en el suelo.

“A varios los dejaron descalzos, nos quitaron todas las pertenencias que teníamos encima en ese instante. La situación se puso más intensa y desesperante cuando a los asaltantes los llamaron por radio para informarles que hicieran el `trabajo rápido´, porque había mucho movimiento en la carretera y podía ser sospechoso”.

La advertencia agiliza a los hombres encapuchados y ordenan a sus víctimas abordar otra vez al autobús. Primero suben las mujeres y luego los hombres. Son obligados a continuar camino a Puerto Ordaz.

“Luego de que nos hicieron subir a la unidad, siguieron apuntando el autobús hasta que nos retiramos del lugar lo más rápido posible. Y ellos quedaron en el sitio del suceso”.

Finalmente ya están en el terminal de pasajeros de Puerto Ordaz, donde cada uno toma su rumbo. Hay angustia, temor, rabia y trauma. Es uno de los robos más coordinados para los deltanos.

“Doy gracias a Dios por sacarnos con vida de ese espantoso suceso. Dios fue grande y misericordioso. Estoy eternamente agradecida de haber podido llegar al destino sana y salva”, relató una de las víctimas a Tane tanae.

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