La foto de Osquender José Urrieta Herrera en un callejón de una de tantas barriadas caraqueñas, refleja un joven lleno de vida.
Existencia truncada abruptamente el pasado 6 de enero, cuando seis días después de matricular, fue asesinado.
Jamás regresó a Tucupita, cambió la tranquilidad de su tierra natal por una agitada urbe de concreto, que terminó sepultándolo. Nos dejó con apenas 20 años de edad, le sobrevive una hija.
Vivía en Petare y fue asesinado cerca, en Los Dos Caminos, a cinco estaciones del Metro, en una parada de autobuses.
Cuatro personas lo dominaron y una vez que estaba en el suelo, le dieron la pedrada mortal. Se desconoce la razón, solo que era innecesario y representó un abuso consumado en el que una sola persona sin armas en las manos, jamás podría vencer.
Luego de 11 días fue identificado por sus familiares, gracias a una imagen divulgada en las redes sociales.
Le correspondió a su papá Noel Urrieta, ir a identificarlo a la morgue de Bello Monte e intentar dar cristiana sepultura a sus restos.
Hay un detenido por el caso. El Cicpc investiga. Osquender no pudo sobrevivir a la selva de cemento, Dios lo tenga en su Santa Gloria.
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