Fotos cortesía: Yohel Moreno y Oscar Cedeño
La vida encierra coincidencias difíciles de explicar. O fáciles, según se le mire. Aunque no seamos dueños del ser, en ocasiones cabría pensar que, si nos lo proponemos, podemos escoger cuando morir.
Que Apolinar Martínez haya partido el día que su hermano del alma, también periodista, Manuel Martínez “Chanquilón” se fue, prueba que alguna injerencia hemos de tener en la decisión de partir, arrebatándole a Dios una de sus potestades.
El decano y más conocido de los periodistas deltanos, a la par de Carlitos González, hace rato venía diciendo adiós. Sus textos periodísticos y los mensajes que difundía con notoria regularidad a través de las redes sociales, exudaban aroma a despedida.
En plenitud de facultades, enteramente lucido, en dominio de una prosa magistral y de una soltura de titán a la hora de redactar, iba desgranando recuerdos. Semblanzas de un pasado reciente, en el cual estuvo en primera línea de combate.
Ocurrencias del país que somos, reflejadas en su obturador óptico y luego en circuitos de fundición y alta pirotecnia cerebral, vertidas en gotas de magistral sabiduría.
Ejerció la política, formó parte del extinto Congreso Nacional, siendo el primer senador de Tucupita, se erigió como figura de la IV República, más siempre fue periodista.
Fundó el periódico Abril, sentó las bases y dirigió Meridiano, corrigió pruebas y estuvo al frente de 2001, se paseó a sus anchas por todas las instancias del Bloque de Armas, hizo radio y televisión, tuvo hijos que siguieron sus pasos y escribió libros.
Partió este miércoles 11M con 84 años bien trajinados, a encontrarse con Rosana Ordoñez, su gran amor, en el aniversario de la muerte de “Chanquilón”. Casi dueño de la vida.
Misión cumplida Apolinar.
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