El chino Wu tenía pensado inaugurar su establecimiento comercial este miércoles 13, para ello había previsto hasta el más mínimo detalle, menos un incendio.
Atiborrado de mercancía, con dos monumentales aires sin estrenar, únicamente esperaba hacer sonar la caja registradora para comenzar a pagar los créditos.
Su ilusión se desplomó abruptamente cuando, sobre las 9 pm del martes, a horas de abrir las puertas al público, comenzó la candela.
Primero chiquita, luego rastrera cual culebra, por ultimo monumental, arrasando con cuanto material combustible hubiera.
Con quemaduras en un brazo, tratando de hacer frente a lo imposible, se arrepintió mil veces de no haber tomado las precauciones de rigor. Tanto cuenta surtir el negocio como protegerlo, más aun al no saber a ciencia cierta con cual equipamiento cuentan los bomberos.
Luego, viendo la “insuficiente respuesta en virtud de las carencias del órgano bomberil”, se resignó a lo peor asumiendo una actitud al estilo Confucio “lo mejor es lo que sucede”, lo bueno será bueno y lo malo también.
De allí en adelante, las siguientes tres horas hasta las 12 m, las llamas se adueñaron de su nuevo local, de su local de al lado y casi de Pollo Ganga en el antiguo Bazar Popular Delta de Tucupita.
El monumental susto, por obra y gracias de Dios no afectó al vecindario, y puso en evidencia ciertas falencias que es necesario atacar.
No estaba preparado el honorable Cuerpo de Bomberos deltano, por mucho empeño que le puso la situación lo superó y fueron los refuerzos materializados en dos enormes cisternas, los que permitieron controlar el fuego.
No hay de que culparlos, más allá de no tener con que atacar el siniestro de manera efectiva y determinante. Bastaba con ver sus rostros para calibrar la impotencia.
Tampoco la edificación, ni los otros dos establecimientos poseían tomas de agua o equipos para hacerle frente a un incidente de esa envergadura, acentuando el drama. En un país en el que muy pocas cosas están absolutamente resueltas, debe pensarse al igual que el conductor que observa en contravía a un chofer ebrio, controlando sus actos y ponderando los de aquel. Es de necios confiarse.
Por fortuna, no hubo heridos de magnitud, nadie reportó un malestar físico ulterior ni se sabe de alguien hospitalizado por asfixia; menos aún se desplomará el inmueble. Esta historia, como muchas otras, tendrá un nuevo comienzo.
En cuestión de días el chino Wu levantará sin percance alguno el negocio y esta vez, cueste lo que cueste hará lo debido. Acatará las instrucciones del cuerpo de bomberos, dejará de jugar al gato y al ratón con los funcionarios e instalará el arsenal, llámese extintores o aterramientos, alejando cualquier posibilidad de incendio. Como haría en China, ni más ni menos.
Comprendió que las cosas de gobierno van lentas y sabe Dios cuando dotarán a los ataka-la-yama, que es como supuestamente le dicen a quienes combaten el fuego en su país, con vehículos, guantes, protectores respiratorios y mangueras.
Según y que el legislativo aprobará los próximos días la ley deltana de los bomberos. Para que servirá, vaya usted a saber.
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