Este viernes 28 de mayo, se cumplió un año de la partida física de la matriarca de los Santaella Hernández.
Mujer noble y sencilla; caritativa y bondadosa; seria, formal y respetuosa; legó el don de gentes a su hija, virtud que ha sido la principal de las herramientas para mantenerse tantos años en la cima del poder.
A la “india de Tucupita”, como la llamara el comandante Chávez, al recibirla en Miraflores, luego de derrotar a su pollo en el primero de sus 4 mandatos, le espera –posiblemente- un tercer periodo de gobierno en Monagas.
Muchos esperaban verla en Volcán, recibiendo la Antorcha Bicentenaria de manos de la rectora del Ejecutivo deltano, sin embargo, prefirió como es natural, acudir a un sencillo acto familiar en memoria de su señora madre.
Aunque, es cierto también, que en tiempos de postulaciones y definiciones, cuando se escogen los candidatos, entre una y otra corriente hay actitudes más de acritud y sospecha, que de cercanía.
Sirva este breve artículo para recordar a Doña Modesta, a quien siempre habremos de valorar.