Por Amador Medina
El sol comenzaba a calentar en Barcelona, estado Anzoátegui. Mientras otras ajustaban sus calzados, Katherine Torres se sacaba los suyos. Todas sus competidoras la miraban con extrañeza.
Katherine Torres es una indígena warao de Nabasanuka, una comunidad que está en la selva de Delta Amacuro, a unas cinco horas por vía fluvial desde Tucupita. Tuvo que salir de su caserío para estudiar ingeniería agroalimentaria en la Universidad Territorial Deltaica (UTD) “Francisco Tamayo” de la capital deltana.
Apenas correteaba en su natal Nabasanuka. “O sea, en verdad nunca corría maratones, solo relevos así cortos”, relata Torres.
La primera vez que compitió en unas eliminatorias en Delta Amacuro de cara a los juegos nacionales indígenas, obtuvo la victoria local y regional en maratón. Esperó con ansias poder competir en el estado Zulia, pero estas actividades fueron suspendidas en 2019.
Esperó tres años para competir y llegó el día. Cuando Katherine se mostró como quien iba a competir: así, de baja estatura como caracteriza a los indígenas waraos, las esperanzas en los rostros de quienes la miraban no eran los más alentadores.
Los juegos indígenas nacionales se llevaron a cabo desde el 4 al 6 de noviembre en la zona norte del estado Anzoátegui, en las ciudades de Puerto la Cruz, Lechería y Barcelona. Katherine estaba lista para correr 5 kilómetros de maratón representando a la zona “Delta, caños y manglares”, la unión de las entidades Delta Amacuro y Monagas.
Estaba tranquila, concentrada: sabía que junto a ella competirían de una vez las categorías libres y juvenil a la que Torres pertenece.
El sol comenzaba a calentar en Barcelona, estado Anzoátegui. Mientras otras ajustaban sus calzados, Katherine Torres se sacaba los suyos. Todas sus competidoras la miraban con extrañeza. Sus paisanos deltanos la animaban. Ella sabía de los riesgos de correr descalza, pero eligió personalmente hacerlo así para estar más cómoda, más liviana. Los zapatos serían ese cuerpo extraño que su talento rechazaría.
“Cuando arrancamos (iniciamos), yo me quedé de última porque todas eran altas, y con solo varios pasos ya estaban lejos”, recuerda Torres.
Su cuerpo pronto comenzó a cobrar calor. Aquellos pinchazos de piedritas sobre el asfalto ya no le molestaron más y progresivamente no sintió nada. Estaba más ligera.
En el horizonte miraba a varios fotógrafos que disparaban capturas mientras corrían. Por momento la desconcentraban, pero luego regresaba en sí para derrotar a las otras competidoras.
“Yo salí de última, pero poco a poco todas se fueron quedando atrás y solo tenía al lado y delante de mí, a dos. A mitad de camino me corté con una botella, pero ya no sentía nada”.
Amazonas, que competía en la categoría libre, no era su objetivo, sino la de la “zona urbana” (indígenas que viven en Caracas, Aragua o Carabobo). Esta competidora sí la enfrentaba en la lista juvenil.
Ahora han entrado a la recta final. Katherine no siente sus piernas, tampoco la brisa sobre su rostro por la velocidad extra que ha tenido que impregnarle para pasar a “la caraqueña”: una chica alta y robusta. Pero la deltana estaba decidida a ganarle. Su contrincante está más agotado y comienza a perder velocidad, mientras tanto la indígena warao remata la carrera y alcanza el primer lugar.
A través de las redes sociales se generó un debate en torno al hecho de que corrió descalza, pero Katherine Torres aclaró que eligió correr así y ganó.
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