Era alborotador y jacarandoso, parrandero y bailador, bochinchero y tomador, y tantas virtudes juntas, generan mucha envidia, sobre todo en las personas de semblante sombrío y gris, que no saben disfrutar la vida.
Tres meses atrás, a la salida de un bar en Guyana, le propinaron tres puñaladas, salvándose de milagro.
Vino a recuperarse a Tucupita y luego de sentirse sano y fuerte, regresó a hacer una “platica” para pagar una deuda y ya no volvió.

De sábado para domingo, la cruenta noche del crimen, le tendieron una celada y en un descampado, lo cosieron a puñaladas.
En Curiapo, caño adentro, quedó su familia, llorosa y desconsolada, perdieron al hombre de la alegría, al incansable trabajador que velaba por su bienestar.

A Yoel Valenzuela de 38 años, le gustaba tirar pasitos, devorarse la pista, aun no se sabe si aquella primera noche de esos tres meses atrás, bailó con la persona equivocada recibiendo las puñaladas y si esta vez repitió, lo cierto es que hubo tal ensañamiento, que muy ofendido debió sentirse el criminal o ser un verdadero matón.

En el Delta, se oye un solo clamor: hágase justicia.
Dios lo tenga en su Santa Gloria.

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