Ambos waraos, Irma García Mota de 37 años y Richard Yohangel Medina Baltar de 27 años, Sargento 2 (S/2) del D-611 de la GNB, murieron de igual forma, recibiendo golpes contundentes en la cabeza.
Al varón con un trozo de la losa de cemento que tapa los drenajes, a la señora con una piedra grande.
A los dos le magullaron la testa, produciéndole severas fracturas en la bóveda craneal. De haber quedado vivos, nunca podrían superar completamente los daños neurológicos padecidos.
En virtud de la violencia ejercida, es evidente que se resistieron, viéndose sometidos por la superioridad numérica de sus victimarios y, en el caso del caballero, con las facultades mermadas por el exceso de alcohol –había estado tomando desde la mañana-.
De conducta intachable en sociedad, perdieron la vida a manos de: él, quienes pretendían robarlo; ella, de los que intentaron mancillar su decencia y hurtarle la dignidad, cosa que no lograron, ya que murió dando la pelea, nada de lo que pudieron haberle hecho la doblegó, luchó hasta el final.
Por desgracia, fallecieron relativamente cerca y en horas aproximadas, uno venia del paseo malecón Manamo estando en calle Delta, el infausto domingo 24 de noviembre de 2019; la dama iba hacia su improvisado hogar al extremo de la etapa sin culminar del mismo paseo, el pasado domingo 6 de febrero.
Como moraleja es menester inferir, que del malecón en horas de la madrugada, especialmente los días festivos, debe regresarse a casa en grupo, nunca solos y mientras más temprano sea, mejor.
Con 10 años de diferencia, se les recordará como laboriosos y acendrados, con mucha vida por delante; pero hay algo más, el homicidio de Medina Baltar se atribuyó a dos vendedores informales, uno de los cuales, al cabo de un tiempo estaba libre, mientras que un presunto -probable- autor, no señalado en la investigación ha cacareado en diversas ocasiones el placer que le produjo matarlo, y los asesinos de García Mota siguen en la calle.
Que se haga justicia. Fin de la crónica.
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